Todo buen sabor culinario tiene un secreto: las especias. Ellas dan aroma, producen sensaciones gustativas que enriquecen la experiencia de cocinar y comer, y le dan intensidad o suavidad a la combinación de ingredientes. Sin embargo, hay que saber escogerlas para cada plato, de manera  que un comensal pueda reconocerlas y disfrutarlas en su paladar. Una situación parecida se desarrolla con las figuras retóricas y el alfabeto visual para nuestros trabajos basados en la estética del Visual Thinking. Al escoger cuáles serán nuestros personajes, marcos, conectores, colores, tipografías, entre otros ingredientes visuales que desplegaremos, tenemos que tener en cuenta a quién le hablamos y en qué contextos. Todo signo visual debe responder, conjugar y enmarcar a una cultura visual de un grupo de personas capaces de captar por su paladar visual los significados que estamos combinando y darle un sentido próximo a nuestra idea mental de  nuestros garabatos condimentados de íconos, símbolos e índices.  Hay que adaptar nuestro alfabeto visual según con quien interactuemos. 

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Todo condimento de nuestro recetario visual debe tener un

propósito de diseño  que debe comunicar.